Comunidad Shipiba de Lima

Curso: Antropología Social
Investigación Antropológica sobre las Migraciones en el Perú

Historia

Historia de la llegada de los Shipibos a Lima.




A ocho cuadras de Palacio de Gobierno, 600 miembros de la etnia shipibo-conibo viven asentados sobre un vertedero de basura. Algunos cuentan que fue a raíz de la marcha de los 4 suyos. Hace trece años Llegaron a este lugar conocido como Cantagallo desde sus comunidades ubicadas a orillas del río Ucayali. Vinieron en búsqueda de oportunidades para un futuro mejor, pero solo encontraron pobreza e  indiferencia, mientras que otros, por promesas incumplidas de políticos (Marcha 4 suyos). Esta comunidad fue creciendo poco a poco y actualmente alberga un promedio de 300 familias. La mayoría de estas personas escogieron Cantagallo, porque a pesar de su fúnebre aspecto por ser un antiguo botadero de basura, tenía un parecido al lugar que antes habitaban, a su selva querida.

Instalados sobre montañas de desmonte que ellos mismos han ido asentando con el tiempo. Todos cambiaron sus días a orillas del río Ucayali –un cauce cargado de vida– por la sobrevivencia en las riberas áridas del río Rímac, un afluente colmado de enfermedades. Aquí no hay peces desplazándose bajo el agua libremente ni frutas colgando de los árboles. Aquí la comida se compra, la basura flota sobre corrientes turbias y las pocas plantas que existen agonizan por la contaminación del ambiente. Aun así, los shipibos decidieron dejar sus pueblos carentes de colegios y universidades para venir a esta ciudad en la que podían educar a sus hijos. 

Aunque los shipibos hayan migrado  lejos de sus bosques para abrirse paso entre el áspero cemento de Lima, viven aferrados a sus tradiciones. Todos hablan lengua shipibo entre ellos y castellano con los visitantes; y se puede apreciar a estos pobladores caminando descalzos con sus trajes típicos, así como celebrando festividades tradicionales de su tierra, nunca falta la comida de la selva cada semana y expresan su arte en las paredes de sus casas. Los males del alma y las enfermedades más simples aún se diagnostican con ceremonias de ayahuasca y se curan con plantas amazónicas, de manos de “unayas” o curanderos como César Tananta, uno de los fundadores de Ashirel. Las leyendas como las del hombre lluvia (capaz de frenar huracanes con un hacha), la vida cotidiana en la selva y las visiones espirituales son plasmadas sobre telas con tierra de colores, gracias al arte de familias como los Pinedo Valera. Y existe incluso una reja metálica que divide a los shipibos puros de los mestizos (como llaman ellos a los limeños o nativos que conviven con ellos).

Sin embargo, resulta imposible ignorar que sus condiciones de vida no son las mejores, asentados sobre un vertedero de residuos sólidos. Las casas de los shipibos son pequeñas y están construidas básicamente de triplay,  y madera. El terreno que ocupa cada familia es de 3 x 3 metros cuadrados y algunas familias tienen un terreno de 6 x 3 metros cuadrados. No cuentan con los servicios básicos, por este motivo utilizan el baño público, y las familias  pagan una mensualidad por el uso de este servicio, y se proveen de agua de los pilones. Aquí también lavan sus ropas los fines de semana y por no contar con espacio dentro de la casa, tienden sus ropas en el espacio que hay entre casa y casa.
La mayoría de estos habitantes, se dedican a la venta de artesanía típica de la selva, así como también cuadros sobre mitos amazónicos y otras de pequeños negocios  de venta de artesanía, comida y de licores de la Amazonía.
Los adultos, jóvenes y algunos niños hablan el shipibo que pertenece a la familia lingüística Pano y también el castellano. La preocupación por la pérdida de identidad a obligado a los dirigentes de las dos asociaciones shipibas de Cantagallo, que se incentive la enseñanza y la práctica de la lengua natal.

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